martes, 9 de agosto de 2011

Asesores y personal de confianza

Por JUAN JOSÉ FEIJOO
Las medidas restrictivas que desde las distintas administraciones se están tomando para sobrevivir a esta crisis económica, afectan a las plantillas y formación de equipos. Si el trabajador es fijo, no hay problema –salvo recortes o congelaciones dinerarias-, pero cuando se trata de eso que se llaman asesores o personal de confianza, la cosa es distinta.
Quienes desempeñan una función pública como cargo ejecutivo y que por lo tanto están al frente de un departamento durante un  periodo concreto –lo habitual son cuatro años-, suelen optar por configurar un grupo de trabajo con personas próximas (personal de confianza) y rodearse de teóricos expertos (asesores) que en muchos casos son externos.
Para ello tienen un presupuesto que les permite esta dinámica. Lo que sucede es que, como decimos, dada la delicada situación de nuestra economía, esa dotación se merma sensiblemente y tienen que priorizar a la hora de hacer tales contrataciones. Y aquí es donde generalmente se prescinde de determinados profesionales.
Por supuesto que al político le preocupa su imagen –más que su semejanza-, pero sobretodo cómo la sociedad le ve y qué sensaciones tiene de él el electorado que con sus votos le otorgó esa condición, y privilegio, sin lugar a dudas. Un retrato de su actuación que se refleja en los medios de comunicación y para que su imagen quede lo mejor retratada posible hacen falta una serie de profesionales que se ocupen de ello y no estamos hablando precisamente de fotógrafos. Necesita periodistas que transmitan adecuadamente sus mensajes, pacten sus comparecencias en medios y hagan uso de sus contactos para que el señorito quede lo mejor posicionado posible.
Eso es prioritario y contra ello no tenemos nada (nos referimos a contar con periodistas en ese elenco de colaboradores). Pero como en más de una ocasión hemos manifestado en esta ventana que es nuestra revista, protocolo también es comunicación. Un experto en protocolo  no convoca la rueda de prensa ni acuerda una entrevista en la televisión, pero sí se ocupa de que su comparecencia resulte adecuada en cuanto a escenario, gestos y formas, de cuidar su aspecto externo y su indumentaria, de asesorarle en su relación social con los demás. Ese político puede exhibir una brillante oratoria (generalmente trazada y estudiada), pero también puede comportarse inadecuadamente o vestir de manera poco elegante. Comunicación es todo un conjunto y protocolo también comunica.
Queremos nuevamente reivindicar el papel de nuestra profesión, porque llevamos tiempo demandando nuestro espacio en esa denominada sociedad de la comunicación. Porque nuestra profesión tiene que dejar de ser esa parcela residual que sólo es útil, en un erróneo planteamiento, en especiales ocasiones donde la solemnidad y el carisma de la ceremonia parece que lo requiere. Y porque como en otro momento hemos dicho, un técnico, especialista, experto o profesional de protocolo no es un acomodador de lujo. Su experiencia y su formación se merecen un respeto y, por lo tanto, su incorporación profesional no puede permanecer restringida y pendiente de si hay o no presupuesto suficiente para contratar al experto o crear la plaza, en el caso de los estamentos de la Administración. Y tampoco, sobretodo en los tiempos actuales, es factible la proliferación de profesionales autónomos, habida cuenta de que asimismo están afectados por esa delicada salud económica.
No son tiempos favorables para la generación de empleo, pero tampoco podemos ser derrotistas. Todos estamos inmersos en el mismo escenario y cuando haya que optimizar recursos y reducir gastos, hay capítulos que apremian más que otros el tijeretazo, pero tampoco se puede olvidar que la creación de puestos de trabajo ha de ser siempre una prioridad por parte de quienes tienen esa responsabilidad.
Y a la espera de ello, ahora mismo, hay un sector que demanda esa alternativa, como es el de los profesionales del protocolo.